Pueden llamarme capitalista,
consumista y hasta plástico; pero en estos tiempos, como estudiante y blogger
andar sin computador no es fácil, simplemente no lo es.
Y le echo la culpa a mi carencia
de medios para publicación por no escribir tanto como debería, sin embargo; mi
vida en redes sociales y trabajos para la universidad no se ha visto mermada
por lo que podemos concluir que no es más que una excusa. En estos días parece costumbre que todo el mundo
se vaya, menos yo; al parecer. Todos parecen muy adultos, muy ocupados, corren
de un lado para otro mientras yo los miro sentado desde la banca del parque donde,
en el cuaderno que debería ser para la clase de historia, dibujo mis propias
historias. Nunca me he considerado buen dibujante, pero últimamente no hayo
otra manera para entretenerme, todo me parece extremadamente aburrido, el cielo
es gris, las clases son planas, los demás siempre están corriendo y las miradas
fugitivas que puedo lanzar a la realidad no son correspondidas.
A veces me pregunto si en
realidad estoy aquí, y va más allá de hacer algo por mi vida o el mundo; pues
creo que ese es el problema, todo está muy tranquilo. Como cuando el mar se
retira antes del tsunami, no hay ruido, no hay tormenta, no hay mar. Solo yo,
de pie frente a la inmensidad de la nada esperando poder sentir así sea solo el
sacudón del agua, esos milisegundos de paz justo antes de empezar a ahogarme.
Y entonces despierto y me doy cuenta de que aún
me quedan unas horas antes de levantarme, doy media vuelta y miro la ventana
tratando de ver estrellas, aviones o ¿Por qué no? Un cometa. Pero simplemente
no hay nada, el brillo de las ciudades opaca al de la naturaleza, pero no
porque sean más bellas (pues cada una tiene un atractivo especial) sino porque el
smog nos llegó hasta los pulmones y nos inundó el corazón y la vista, de tal
forma para que todo nuestro alrededor
sea gris y cada vez más lento, porque la tecnología puede avanzar, para el reloj
siempre vamos tarde y ni siquiera amar es suficiente. Pero la vida es lenta, es
solo ese corto espacio que retratamos en fotografías, historias o canciones
porque el resto es trabajo, estudio o ´estrés´.
Pero yo sigo sentado en la banca
del parque, y todos corren. Todos me dejan porque tienen sus vidas, tiene que
´progresar´ y yo soy el único que aparentemente no lo hace, vuelven con sus
novias, con sus esposos, tienen carreras, tienen preocupaciones, hipotecas, tienen
vidas.
Y yo estoy aquí, escribiendo de
como todo a mi alrededor pierde color mientras escojo si las flores del paisaje
de mi cuaderno van de rojo o de violeta. Porque un paisaje así no lo he visto
nunca, pero eso es lo que dibujan en las historias, ¿no? Tal vez, eso es lo que
me falta, otra rutina, porque la que tengo es muy tranquila, en exceso
perjudicial, muy yo. ¿Necesito alguien a quien dibujar? O mejor aún, a quien
regalarle mis dibujos como lo hacía contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario