Uno de mis pasatiempos favoritos
es ver documentales, el otro día veía uno que decía qué los pingüinos emperador
normalmente tienen una pareja para toda su vida, y, aunque cada año haya una
nueva temporada de celo y cortejo, estos siempre buscaran a su pareja original.
Hoy tuve que viajar en bus 4
veces, en una ciudad como Bogotá, estos paseos pueden llegar a no ser
agradables, el trafico y la cantidad de personas puede hacer enojar hasta al más
tranquilo. Sin embargo yo he descubierto que son excelentes lugares para hablar
con uno mismo, (por lo menos mentalmente porque si lo haces en voz alta lo más
probable es que te bajen del bus) se puede ver a las demás personas en los carros
de al lado peleando por el celular o el manos libres, se puede ver a la pareja que
va por la acera tomados de la mano y comiendo helado como si nada mas importara
sino ese momento, y también se puede ver a la demás gente del bus que va escuchando
música, leyendo un libro o incluso durmiendo. Y como tomo el bus temprano, (por
eso de lo obsesivo compulsivo y el temor a llegar tarde) puedo ver que la mayoría
de ellos lleva el cabello húmedo, la cara lavada y aroma a colonia.
Entre las miles de especies de
animales que hay en el mundo, gran parte de esta utiliza rituales de cortejo
para las temporadas de apareamiento, entre las más curiosas están: aumentar de
peso, componer melodías e incluso construir casas. Claro, también están aquellos
que realzan sus aromas naturales (o marcan territorio) para hacerse notar.
Es entonces cuando en medio de
mis disertaciones mentales entre los programas de televisión que vi el fin de
semana y la apariencia de las personas, me doy cuenta de que los seres humanos
somos los únicos animales en la naturaleza que para poder conquistar
necesitamos (por lo menos al principio) disfrazar nuestro lastre evolutivo.
Mejor dicho, somos los únicos que cambiamos nuestro aroma por uno artificial,
cubrimos, de la piel de otro ser vivo nuestros cuerpos, cambiamos el color de
nuestras pieles y lo peor aun y con todo esto muchas veces no somos capaces de comunicar lo que queremos expresar.
Si a un Ruiseñor, la hembra a la que
trata de conquistar lo rechaza, él va y le consigue una ramita grande para que
vea que fuerte es ya así ella se fije en él. Pero en este mundo digital, si
alguien le da más de tres ´likes´ a tu publicación
de facebook y tú no le hablaste, hasta ahí llego todo. Basta con agregar a una
persona a ´tus amigos´ para poder entablar, al menos una conversación (y muchas
veces ni siquiera es necesario aceptarla). Pero en el reino animal, gana el
mejor, el que demuestre ser más fuerte, tener el mejor plumaje, o ser el mejor
nadador. ¿Selección natural? Puede ser, pero ninguno de ellos, disfraza lo que
es o puede llegar a ser, “solo ellos midiéndose
por ver cual es capaz de amar en serio y con más pasión” (o por lo menos eso decía
el tipo que narraba).
¿Perdimos el romanticismo?, ¿es
de animales conquistar con algo más allá de un ´toque´ o ´like´ en una foto? Porque
¿Cómo saber si puedo ganar, si ni siquiera me atrevo a jugar? No lo sé, lo cierto es que
no hay nada como una conversación mirándose uno al otro a los ojos, tomarse de
la mano o incluso guiñar el ojo en señal de complicidad cuando la otra persona
menos se lo espera. Y tal vez, rodear nuestra casa con orina como lo hacen los
mapaches no sea la mejor forma de atraer a quien nos gusta, pero; construirle
algo (así sea feo), componerle una canción, o demostrarle que le elegiste entre
una larga lista de otros animales, perdón, perdón, de personas; es la mejor
forma de conquistar al estilo animal.
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