lunes, 10 de marzo de 2014

Al estilo animal


Uno de mis pasatiempos favoritos es ver documentales, el otro día veía uno que decía qué los pingüinos emperador normalmente tienen una pareja para toda su vida, y, aunque cada año haya una nueva temporada de celo y cortejo, estos siempre buscaran a su pareja original.

Hoy tuve que viajar en bus 4 veces, en una ciudad como Bogotá, estos paseos pueden llegar a no ser agradables, el trafico y la cantidad de personas puede hacer enojar hasta al más tranquilo. Sin embargo yo he descubierto que son excelentes lugares para hablar con uno mismo, (por lo menos mentalmente porque si lo haces en voz alta lo más probable es que te bajen del bus) se puede ver a las demás personas en los carros de al lado peleando por el celular o el manos libres, se puede ver a la pareja que va por la acera tomados de la mano y comiendo helado como si nada mas importara sino ese momento, y también se puede ver a la demás gente del bus que va escuchando música, leyendo un libro o incluso durmiendo. Y como tomo el bus temprano, (por eso de lo obsesivo compulsivo y el temor a llegar tarde) puedo ver que la mayoría de ellos lleva el cabello húmedo, la cara lavada y aroma a colonia.

Entre las miles de especies de animales que hay en el mundo, gran parte de esta utiliza rituales de cortejo para las temporadas de apareamiento, entre las más curiosas están: aumentar de peso, componer melodías e incluso construir casas. Claro, también están aquellos que realzan sus aromas naturales (o marcan territorio) para hacerse notar.

Es entonces cuando en medio de mis disertaciones mentales entre los programas de televisión que vi el fin de semana y la apariencia de las personas, me doy cuenta de que los seres humanos somos los únicos animales en la naturaleza que para poder conquistar necesitamos (por lo menos al principio) disfrazar nuestro lastre evolutivo. Mejor dicho, somos los únicos que cambiamos nuestro aroma por uno artificial, cubrimos, de la piel de otro ser vivo nuestros cuerpos, cambiamos el color de nuestras pieles y lo peor aun y con todo esto muchas veces no somos capaces de  comunicar lo que queremos expresar.

Si a un Ruiseñor, la hembra a la que trata de conquistar lo rechaza, él va y le consigue una ramita grande para que vea que fuerte es ya así ella se fije en él. Pero en este mundo digital, si alguien le da más de tres ´likes´  a tu publicación de facebook y tú no le hablaste, hasta ahí llego todo. Basta con agregar a una persona a ´tus amigos´ para poder entablar, al menos una conversación (y muchas veces ni siquiera es necesario aceptarla). Pero en el reino animal, gana el mejor, el que demuestre ser más fuerte, tener el mejor plumaje, o ser el mejor nadador. ¿Selección natural? Puede ser, pero ninguno de ellos, disfraza lo que es  o puede llegar a ser, “solo ellos midiéndose por ver cual es capaz de amar en serio y con más pasión” (o por lo menos eso decía el tipo que narraba).

¿Perdimos el romanticismo?, ¿es de animales conquistar con algo más allá de un ´toque´ o ´like´ en una foto? Porque ¿Cómo saber si puedo ganar, si ni siquiera  me atrevo a jugar? No lo sé, lo cierto es que no hay nada como una conversación mirándose uno al otro a los ojos, tomarse de la mano o incluso guiñar el ojo en señal de complicidad cuando la otra persona menos se lo espera. Y tal vez, rodear nuestra casa con orina como lo hacen los mapaches no sea la mejor forma de atraer a quien nos gusta, pero; construirle algo (así sea feo), componerle una canción, o demostrarle que le elegiste entre una larga lista de otros animales, perdón, perdón, de personas; es la mejor forma de conquistar al estilo animal.

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Esta definitivamente me pasa a mi...

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